Para las aves y las ballenas, el canto es importante para su supervivencia, para los humanos no, pero sí es una parte central de casi todos los cultos y culturas. ¿Cuándo y por qué la gente empezó a cantar?

Tras el origen del canto

Nuestros parientes más cercanos, los simios, no son cantantes. Aunque ciertos gibones con cresta pueden incluso cantar a dúo, el tracto vocal de gorilas, chimpancés y bonobos sólo les permite emitir gritos agudos o sonidos guturales.

El investigador evolutivo Charles Darwin creía que el canto humano estaba relacionado con los cantos de apareamiento de los pájaros, porque las aves con buenas habilidades para el canto tienen mucho más éxito en la elección de parejas que sus homólogos menos talentosos.

Darwin aplicó esta observación a los humanos y creía que los hombres prehistóricos, incluso antes de que pudieran hablar correctamente, cantaban a las mujeres «para encantar al sexo opuesto» y así asegurarse una ventaja reproductiva.

Sin embargo, el canto humano difícilmente puede compararse con el de las aves: los cánticos más antiguos y conocidos de los pueblos indígenas y primitivos no son canciones de amor ni de apareamiento, sino de rituales, marciales o religiosos, según afirmó a finales del siglo XIX el investigador musical alemán Carl Stumpf.

Otro argumento en contra de la teoría del cortejo de Darwin es que el canto ritual o grupal no se trata de superar a otras personas cantando, sino más bien de crear juntos una experiencia de sonido melódico.

El canto fortalece al colectivo

Ya en la Antigüedad, el filósofo griego Platón, alrededor del año 400 a.C., creía que la gente cantaba porque necesitaba armonía social.

El psicólogo musical David Huron, de la Universidad Estatal de Ohio, compositor de la obra de referencia «Sweet Anticipation», también comparte esta opinión. Según él, la gente canta porque depende de las relaciones sociales y quiere sentirse parte de un grupo.

Cantar, sobre todo en grupo, fortalece la cohesión en la sociedad, por ejemplo, en un coro o alrededor de una fogata. Esto se demostró en un estudio publicado en 2016 en la revista Psychology of Music: si el canto fortalece al colectivo, entonces, esta comunidad reforzada también asegura la supervivencia del individuo.

Cantar juntos puede disipar los miedos, intimidar a los enemigos y puede convencer a masas de personas para que se adhieran a una religión o una ideología. Además, cuando un grupo de canto viste el mismo uniforme y se mueve de la misma manera, su cohesión se fortalece aún más.

Cantar libera hormonas de la felicidad

Mucha gente canta porque es divertido y le beneficia. Esto tiene una explicación científica: al cantar se liberan hormonas de la felicidad, como las endorfinas, la serotonina, la dopamina y la adrenalina. Al mismo tiempo, se reducen las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina.

Además, cuando se disfruta,el canto mejora el estado de ánimo y emocional. También estimula la glándula pineal en el cerebro, que produce la hormona melatonina y regula el ciclo de sueño-vigilia. Cantar también favorece la formación de enzimas antioxidantes y, por tanto, tiene un efecto inhibidor de tumores.

Después de más de media hora de canto en grupo, el cerebro también libera oxitocina, la hormona del vínculo. Esta hormona también se produce en mayor medida en momentos muy emocionales como el orgasmo femenino, el nacimiento de un niño o la lactancia. La oxitocina también favorece que el canto establezca una relación cercana con quienes cantan.

En los años 90, investigadores suecos «examinaron a más de 12.000 personas de todas las edades y descubrieron que los miembros de coros y grupos de canto tienen una esperanza de vida significativamente mayor que las personas que no cantan. Los resultados del estudio «The Choir Singing and Health Project» («El Proyecto de Canto en Coro y Salud») se publicaron en varias revistas científicas, entre ellas, en The British Medical Journal (BMJ).

Cantar puede ayudar a sanar

Muchas culturas confían en el poder curativo de la voz para sanar a los enfermos. El canto y la música no sólo afectan el equilibrio hormonal, sino que también modifican el ritmo cardíaco y la presión arterial, influyen en la frecuencia respiratoria y tienen un efecto relajante.

El canto y la música también se utilizan en la terapia moderna, por ejemplo, contra la depresión, la ansiedad o el trauma. El canto terapéutico también puede ayudar en los trastornos alimentarios y de personalidad, así como contra enfermedades psicosomáticas o demencia.

Con información de DW

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