Una nueva investigación expuso lo que científicos creen haber identificado como las pruebas más antiguas de vida microbiana diversa en la Tierra, de al menos 3.750 millones de años y posiblemente incluso de 4.200 millones de años, tan solo 300 millones de años después de que se formara el planeta –apenas más jóvenes que la propia Tierra–, lo que constituye la prueba más contundente de que la vida comenzó mucho antes de lo que se supone.
Para el estudio, publicado en Science Advances, el equipo de investigación del University College de Londres (UCL) analizó una roca del tamaño de un puño procedente de Quebec, Canadá. Anteriormente, los microfósiles más antiguos databan de hace 3.460 y 3.700 millones de años.
Búsqueda de vida extraterrestre
De confirmarse, este hallazgo tendría importantes implicaciones para la comprensión de la aparición de la vida en la Tierra, y también podría ayudar en la búsqueda de vida extraterrestre en otros mundos, ya que sugeriría que las condiciones necesarias para la aparición de la vida son relativamente básicas.
«Esto significa que la vida podría haber comenzado tan solo 300 millones de años después de la formación de la Tierra. En términos geológicos, esto es rápido: aproximadamente una vuelta del Sol alrededor de la galaxia», afirmó Dominic Papineau, del UCL, que dirigió la investigación.
«Estos hallazgos tienen implicaciones para la posibilidad de vida extraterrestre. Si la vida es relativamente rápida en surgir, dadas las condiciones adecuadas, esto aumenta la posibilidad de que exista vida en otros planetas», agregó.
Dudas de la comunidad científica
Hace cinco años, Papineau y sus colegas anunciaron que habían encontrado microfósiles en rocas sedimentarias ricas en hierro del cinturón supracrustal de Nuvvuagittuq, en Quebec. El equipo encontró en la roca diminutos filamentos, perillas y tubos que parecían haber sido fabricados por bacterias.
Sin embargo, no todos los científicos estaban de acuerdo en que estas estructuras fueran de origen biológico. Ahora, tras un exhaustivo análisis posterior de la roca, el equipo descubrió una estructura mucho más grande y compleja, así como cientos de esferas distorsionadas, o elipsoides, junto a los tubos y filamentos, según afirma un comunicado de prensa del UCL.
Ramificaciones de origen biológico
Los investigadores, prosigue el comunicado, aseguran que, aunque algunas de las estructuras podrían haber sido creadas mediante reacciones químicas fortuitas, el tallo con ramas paralelas es probablemente de origen biológico, ya que no se ha encontrado ninguna estructura similar creada únicamente por la química.
«Una cosa que me parece asombrosa es el gran tamaño de la estructura tectónica de ramificaciones, que tiene varios milímetros, si no más de un centímetro», dijo Papineau, según The Guardian, añadiendo que tienen cierto parecido con los filamentos fabricados por Mariprofundus ferrooxydans, una bacteria moderna que se alimentan de hierro y que viven hoy en día en los sistemas de ventilación hidrotermal. «Pero los nuestros son mucho más grandes y gruesos», dijo.
Según reporta Vice, durante décadas, los científicos han sugerido que la vida podría haber surgido por primera vez en la Tierra alrededor de estos respiraderos oceánicos. Estos podrían proporcionar fuentes de energía como el hierro, carbono, hidrógeno y oxígeno a cualquier forma de vida naciente.
¿Microfósiles en Marte?
Y si trasladamos esto a otros planetas, podríamos saber con más certeza dónde mirar por encontrar vida extraterrestre. Por ejemplo, entornos similares en Marte hace miles de millones de años podrían plantear la posibilidad de que algún día se encuentren microfósiles en el planeta rojo.
Pero no solo en marte: la luna Europa de Júpiter o de la luna Encélado de Saturno, y la posible existencia de respiraderos en los océanos subterráneos, ha convertido a estos mundos en objetivos interesantes para la búsqueda de vida extraterrestre.
¿Artefacto metamórfico y no microbiano?
Aun así, a pesar de las emocionantes consecuencias que podría traer el descubrimiento, hay científicos que no están convencidos de que las estructuras sean de origen biológico. Según asegura la profesora Frances Westall, experta en bacterias fósiles antiguas del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, según The Guardian, los filamentos observados en las rocas podrían ser un artefacto metamórfico, un proceso que implica temperaturas y presiones extremas, y no una característica microbiana.
Futuros estudios, como suele ocurren en la ciencia, podrían ayudar a profundizar lo observado en las rocas de Québec. De momento, estas podrían abrir una ventana al pasado lejano de nuestro planeta, y quizás, de otros. Fuente DW