A diferencia de los volcanes, los terremotos llegan sin avisar. Carecemos de instrumental bajo tierra al nivel del que existe en la atmósfera para anticipar el tiempo. Y, aún teniendo el aire y los mares a la vista, nos ha llevado milenios dar con pronósticos meteorológicos afinados.No en vano, la zona ha sufrido 50 temblores fuertes en el último siglo. Hasta ahora se consideraba el seísmo más grave de la historia reciente aquel ocurrido en 1939 en la provincia de Erzincan, el cual se saldó con 32.000 víctimas. De hecho, el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan ha afirmado que se trata de la mayor tragedia sufrida en el país desde dicho seísmo.
Más de 20.000 personas murieron a causa del potente sismo que sacudió el lunes 6 de febrero el sur de Turquía y el noroeste de Siria, según balances oficiales publicados este jueves (09.02.2023). Según el organismo de rescate turco Afad se han encontrado 17.134 cadáveres hasta ahora en Turquía. En Siria, se han hallado 3.162, según el recuento oficial, lo que eleva el total de decesos por el temblor de tierra a 20.296.
Los equipos de rescate continúan la búsqueda de miles de personas que se creen están atrapadas entre los escombros, pero el optimismo decae poco a poco ante las gélidas temperaturas y la superación del plazo de 72 horas que se considera crucial para salvar vidas. Además, unos 23 millones de personas están «potencialmente en riesgo, incluidos unos cinco millones de personas vulnerables», según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que teme se produzca una grave crisis de salud, con enfermedades como cólera, que causaría aún más daños que el terremoto.
El terremoto de magnitud 7,8 ocurrió en la madrugada del lunes en esta región donde muchos ya sufrieron la pérdida y el desplazamiento debido a la guerra civil de Siria. El noroeste del país, controlado por los rebeldes, no recibió su primer convoy de ayuda internacional sino hasta este jueves, a través del paso fronterizo de Bab al Hawa, el único autorizado para estos envíos desde Turquía.