Gerald Cotten murió de forma inesperada el pasado 9 de diciembre durante un viaje a India, a donde había ido a inaugurar un orfanato. La compañía que había creado en Canadá, QuadrigaCX, se había convertir en la mayor del país en transacciones de criptomonedas, un tipo de dinero -que por si no lo sabes- sólo existe electrónicamente. Con su muerte, Cotten se llevó a la tumba la contraseña que permitiría a sus clientes acceder a los más de $190 millones de dólares, que podrían así haberse volatilizado para siempre.
Jennifer Robertson, viuda de Gerald Cotten informó esta semana a la justicia que su esposo era “el único directivo” de la compañía, y que murió sin decirle a nadie la contraseña de su computadora portátil, que tiene todos sus datos encriptados. Su compañía tiene 115,000 clientes con 137 millones invertidos en criptomonedas, principalmente en bitcoins y otros 53 millones en otras monedas tradicionales. Ya antes de la muerte de su fundador, Quadriga estaba atravesando problemas con sus transacciones, pero según su viuda todas las operaciones las realizaba Cotten desde su computadora, y sin él, la compañía prácticamente se ha paralizado.
Las criptomonedas como el Bitcoin son una inversión peligrosa. No solo porque su precio es más volátil que la economía de Venezuela, sino porque su peculiar naturaleza y las normas que rigen su existencia pueden llevar a situaciones surrealistas como la que se están viviendo ahora esos socios inversionistas.
Sus clientes, enojados, han cuestionado que la muerte de Cotten señalando que tal vez sea un engaño para quedarse con su dinero; no obstante, la viuda ha presentado ante la justicia el certificado de defunción. Ahora, serán los tribunales quienes decidan qué hacer.