Un grupo de investigadores ha descifrado por qué oír conciertos o música en vivo provoca mayores emociones que escuchar la misma pieza musical grabada, según detalla un estudio publicado recientemente en la revista PNAS.
La investigación apunta a que las melodías escuchadas en directo son capaces de desencadenar una mayor actividad en la parte izquierda del cerebro, que está vinculada al procesamiento de las emociones.
12 piezas musicales
En un experimento guiado, 27 participantes sin experiencia musical escucharon 12 piezas musicales al azar de 30 segundos cada una. Seis de ellas buscaban transmitir emociones negativas, como la tristeza y la ira, eran más lentas, con menos armonías y acordes menores. El resto de las composiciones pretendía evocar emociones positivas.
Los participantes escucharon dos veces la misma pieza con pausas de 30 segundos: una de ellas fue interpretada por un pianista en vivo y la otra era una grabación. Ambas pistas de audio salían por el mismo altavoz y los oyentes no sabían si era música en vivo o no.
Escáner para analizar la actividad cerebral
Con la ayuda de un escáner de resonancia magnética, los científicos midieron la actividad cerebral de los participantes cada vez que escuchaban las piezas musicales.
Asimismo, el pianista podía elegir si tocaba más fuerte o más rápido en función de la actividad cerebral de los participantes. Por ejemplo, si el oyente no demostraba mucha actividad en respuesta a una pieza calificada como positiva, el pianista subía la intensidad.
«La música grabada no se adapta a la respuesta del oyente, pero los pianistas que tocan en directo suelen adaptar la música a la audiencia para obtener su mejor respuesta», señaló a New Scientist el autor principal, Sascha Frühholz, de la Universidad de Zúrich.
La música en vivo le ganó a las grabaciones
De esta manera, los científicos observaron que la música en directo de piezas positivas y negativas provocaban sistemáticamente un aumento de la actividad cerebral en la amígdala izquierda, la región del cerebro fuertemente vinculada a las emociones a través del sonido.
En cambio, las melodías grabadas provocaron una actividad mucho menor y mucho más irregular, algo que coincidió con la valoración emotiva que los participantes hicieron de cada pieza musical.
«Nuestro estudio mostró que las emociones agradables y desagradables interpretadas como música en vivo provocaban una actividad -cerebral- mucho más alta y consistente en la amígdala que la música grabada», agregó en un comunicado.
Nuevos experimentos con más personas
«La actuación en vivo también estimuló un intercambio más activo de información en todo el cerebro, lo que apunta a un fuerte procesamiento emocional en las partes afectiva y cognitiva del cerebro», añadió al medio científico Frühholz.
Los investigadores esperan repetir el experimento con un público más numeroso en un concierto: «Si vas a un concierto en directo, no estás solo. Esta experiencia emocional intensificada es también una experiencia social», concluyó.