Sabemos que la cantidad de sueño recomendada para gozar de una buena salud se encuentra entre las 7 y las 9 horas en adultos menores de 65 años, y de 7 a 8 en los que superan esta edad. Sin embargo, el trabajo, el estrés o la necesidad de hacer por la noche la vida social que no hemos podido llevar a cabo durante el día muy a menudo nos obliga a reducir esa cifra notablemente, al menos entre semana. Para compensar, nos abrazamos a la cama la mañana del sábado y el domingo, como si no hubiese en el mundo nada más acogedor que ella. ¿Pero es esto suficiente?
Existen numerosos estudios al respecto. Recientemente científicos de la Universidad de Estocolmo publicaron un trabajo en el que se siguió durante 13 años la duración del sueño de 43,880 voluntarios y se relacionó con la posibilidad de experimentar muerte prematura. Finalmente se concluyó que aquellos que recuperaban los fines de semana el sueño perdido entre semana tenían aproximadamente el mismo riesgo de muerte que los que dormían correctamente todos los días. Previamente, en 2016, otro equipo de investigadores, esta vez de la Universidad de Chicago, demostró que la probabilidad de desarrollar diabetes es menor en los individuos que duermen más el fin de semana, en comparación con los que descansan poco todas las noches.
Es cierto que dormir mal afecta a muchos parámetros, como el estado de ánimo, la salud cardiovascular o la probabilidad de desarrollar diabetes. Es posible que algunos puedan solucionarse durmiendo más el fin de semana, pero otros no solo no mejoren, sino que lleguen a empeorar. Esto es lo que se demuestra en un nuevo estudio, publicado en Current Biology, de la mano de científicos de la Universidad de Colorado Boulder.
Para la realización del estudio, estos científicos, dirigidos por Christopher Depner y Kenneth Wright, reclutaron a una serie de adultos jóvenes y sanos que se separaron al azar, en tres grupos: uno cuyos miembros durmieron nueve horas diarias durante un total de nueve noches, otro en el que solo pudieron descansar cinco horas, en un periodo igual de tiempo, y finalmente otro en el que pasaron cinco días durmiendo cinco horas, para después descansar el fin de semana todas las horas que ellos quisieran y luego volver otros dos días a las cinco horas por noche.
Se comprobó que los miembros de los dos últimos grupos aumentaban más de peso y tendían a tomar más refrigerios después de cenar. Sin embargo, los que descansaron el fin de semana sí que tuvieron una mejora durante ese tiempo.Ahora bien, ¿qué ocurría mientras tanto en su organismo?
La falta de sueño se relacionó con una disminución en la sensibilidad a insulina de los participantes. Este término hace referencia a la capacidad del páncreas para responder con insulina a las subidas de glucosa en la sangre. Si solo hace falta un poco de glucosa para que la hormona comience a hacer su trabajo significa que la sensibilidad es alta, mientras que en el caso contrario se dice que hay una resistencia a insulina, algo que favorece la aparición de obesidad y diabetes, entre otros trastornos.
En resumen, la sensibilidad alta es buena. Por eso no fue sorprendente comprobar que los participantes pertenecientes al segundo grupo experimentaron un descenso del 13% en dicha sensibilidad, con respecto a los que dormían correctamente todos los días. En cuanto a los que recuperaban sueño el fin de semana, su caso fue muy especial. Los cinco primeros días fueron idénticos a los del segundo grupo. Al contrario, al llegar el fin de semana la sensibilidad a la insulina aumentó, lo cual significaría que no solo recuperaban sueño, sino también la capacidad para responder a los aumentos de glucosa. Sin embargo, en cuanto tuvieron que volver a dormir solo cinco horas experimentaron una nueva bajada en la sensibilidad, entre un 9% y un 27% más grande que la anterior. Además, volvieron los picoteos entre horas y el aumento de peso.
Entonces, ¿el fin de semana no es suficiente?
Según este estudio, el descanso durante el fin de semana no solo no compensa los cambios generados por la falta de sueño en el metabolismo de la glucosa, sino que genera una especie de efecto rebote que hace que sean mucho peores en cuanto vuelve la privación del lunes. A bote pronto podría parecer que este trabajo contradice el llevado a cabo por los investigadores de la Universidad de Harvard en 2016, pues ellos evidenciaban un aumento en la sensibilidad a insulina durante el fin de semana. Sin embargo, ambos estudios sí que son coherentes, pues este último también pone de manifiesto esta mejora, pero va más allá, demostrando lo que ocurre después. Quizás el fin de semana podría ser reparador si solo ha habido una semana de mal descanso, pero no si se convierte en una costumbre. De hecho, el siguiente paso de estos científicos será comprobar qué ocurre si los participantes solo duermen poco un par de días a la semana y qué influencia tienen las siestas durante el día.
En cuanto al estudio sueco, los propios autores reconocieron que contaba con limitaciones, como el método empleado para recoger los datos, que consistía simplemente en realizar encuestas a los participantes, que tenían que informar más o menos cuántas horas dormían cada día. Además, el estudio duró trece años, pero estas encuestas solo se realizaron el principio, por lo que los hábitos de sueño pudieron cambiar después. Por lo tanto, parece ser que hartarse de dormir el fin de semana puede ayudarnos a coger el lunes con más ganas, pero no necesariamente con más salud.