Los casi 66 millones de votos de Hillary Clinton en las elecciones de 2016 no fueron suficientes para derrotar a Donald Trump. Pero poco más del 0.0001 por ciento de eso podría terminar con su presidencia. Esa es la realidad que Trump enfrenta si la Cámara de Representantes logra la mayoría y lo destituye formalmente a finales de esta semana, tal como se espera, lo que conllevará a un juicio político en el Senado.
En un juicio como tal, la Constitución sólo requiere de dos tercios del Senado, es decir 67 senadores, que voten a favor de condenar y expulsar a un presidente. El destino de Trump está en manos de 20 senadores republicanos: el número necesario para unirse a los 45 senadores demócratas y dos senadores independientes, que normalmente se ponen del lado de los demócratas, para condenarlo y ponerle fin a su presidencia, suponiendo que todos voten para destituir a Trump.
Aunque es una posibilidad muy remota que 20 senadores republicanos voten para expulsar a Trump, especialmente dada la declaración del líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, la semana pasada diciendo que «no hay posibilidad» de que Trump sea destituido. Pero como ex abogado litigante, puedo decir que los miembros del jurado no siempre hacen lo esperado. Y siempre existe la posibilidad de que se revelen más pruebas incriminatorias sobre Trump de aquí a que comience el juicio.
Incluso el más seguro de los presidentes de Estados Unidos estaría nervioso ante la perspectiva de que el fin de su carrera política esté a solo 67 votos de distancia.