Nuestro microbioma está compuesto por billones de células, incluidas bacterias, virus y hongos. La comunidad más grande se encuentra en el intestino. De hecho, hay más células bacterianas que células humanas en el cuerpo. Las bacterias producen varias vitaminas, como ácido fólico y vitaminas B2, B12 y K. También producen ácidos grasos de cadena corta (AGCC), que pueden reducir la inflamación, protegernos contra trastornos del colon y reducir los niveles de colesterol y azúcar en sangre. Y estimulan las células que luchan contra las infecciones en el torrente sanguíneo.
Lo que comemos influye en nuestro microbioma intestinal. Un experimento con ratones muestra que el azúcar mata ciertas bacterias intestinales que previenen la obesidad y las enfermedades. Así que, ¿nunca más chocolate? Gran parte del azúcar que ingerimos se esconde en los alimentos ya preparados
Chocolate, galletas y tortas. Sabroso sí, saludable no. No es ningún secreto que demasiada azúcar es mala para nuestra salud y que esta es una realidad impopular. Igualmente cierto es el conocimiento de que nuestra comida deja huellas en su paso por nuestros órganos digestivos e influye en la vida de los intestinos.
Investigadores de la Universidad de Columbia, en Nueva York, publicaron un estudio en la revista Cell que muestra la influencia que tiene el azúcar en el microbioma intestinal de los ratones y posteriormente incluso en el sistema inmunológico.
Bacterias buenas, bacterias malas
En los intestinos viven bacterias que son responsables del aumento de ciertas células inmunitarias, las llamadas T colaboradoras, o más precisamente células Th17. Los científicos observaron que estas células inmunitarias regulan la absorción de grasa en los intestinos de los ratones.
Asimismo, encontraron que una dieta particularmente azucarada promueve el crecimiento de ciertas bacterias, que a su vez matan el microbioma que estimula el sistema inmunológico. Como resultado, entra más grasa en el cuerpo de los ratones a través de la mucosa intestinal. Los animales no solo tuvieron sobrepeso, sino que también se enfermaron.
«Todavía no se sabe bien cómo el azúcar afecta el intestino humano», dice Christian Sina, director del Instituto de Medicina Nutricional de la Universidad de Lübeck, en Alemania. Hay muchos estudios con ratones, pero los datos intestinales en relación con los humanos son bastante escasos. Sin embargo, algo está claro: el exceso de azúcar definitivamente no es saludable.
La dosis hace el veneno
Quien en un momento de debilidad se lance sobre el estante de dulces y pase el día en el sofá comiendo chocolate y limonada no se enfermará de inmediato.
Por esto, Sina no quiere demonizar completamente el azúcar. «La pizca de azúcar con la que endulzas el café no es el problema”, dice el nutricionista.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda reducir el consumo de azúcar a unos 25 gramos al día. Esto sería seis cucharaditas. Sin embargo, una encuesta realizada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) encontró entre 2017 y 2018 que los estadounidenses consumían un promedio de 17 cucharaditas de azúcar al día.
Los alimentos procesados contienen mucha azúcar
Alimentos que son conocidos por tener un alto contenido de azúcar, como las tortas, las galletas y las barras de chocolate no son el único problema. Los llamados «azúcares ocultos», que se encuentran en los alimentos procesados, hacen que aumente la cantidad de azúcar consumida. El que coma muchos alimentos ya preparados superará rápidamente su límite de azúcar.
Esto da como resultado un círculo vicioso: los alimentos azucarados no solo hacen que el nivel de azúcar en la sangre aumente rápidamente, sino que también vuelva a caer rápidamente.
Además de la obesidad, las enfermedades cardiovasculares son el resultado de niveles altos de azúcar y lípidos en la sangre. Esto deriva en ataques cardíacos, derrames cerebrales y diabetes tipo 2.
Sin buenas alternativas
Según Sina, la miel, el jarabe de agave y los edulcorantes artificiales como la sacarina tienen sus ventajas. «Sin embargo, estas alternativas al azúcar refinada tampoco dejan de ser problemáticas», advierte. La miel y el jarabe de agave también contienen mucha glucosa, es decir, azúcar.
Si los resultados del estudio con ratones también se confirman en experimentos con humanos en algún momento, es posible que la OMS o los nutricionistas deban volver a evaluar el azúcar.
Pero los datos disponibles también hablan claro: menos es más. «Tenemos que alejarnos de la sensación de que los dulces son buenos para nosotros”, dice Sina. Al menos no a diario y en grandes cantidades.