Groninga es un paraíso para los ciclistas. Muy pocos coches circulan por las calles de esta ciudad del norte de los Países Bajos, de casi 240.000 habitantes. En su lugar, muchos residentes utilizan la extensa red de ciclovías para llegar a su destino con rapidez y tranquilidad. «En los años 70, el centro de Groninga era totalmente distinto al de hoy», dice Roeland van der Schaaf, ex concejal de desarrollo territorial, recordando las calles llenas de coches de su juventud. «Decidimos que eso tenía que acabar. Optamos por hacer un plan de tráfico urbano en el que nuestro centro estuviera dividido en cuatro partes, y no fuera posible desplazarse de una parte a otra con el coche, sólo a pie o en bicicleta». Groninga fue una de las primeras ciudades de Europa en replantearse el uso del centro urbano y considerar la planificación centrada en el ser humano, explica Van der Schaaf. Hoy es una de las ciudades más felices del mundo.
Barcelona y París: espacios para «moverse de otra manera”
Cada vez más ciudades Europeas se inspiran en el concepto de Groninga. En Barcelona, por ejemplo, se han cerrado determinadas zonas -conocidas como «supermanzanas»- al tráfico rodado, aunque se han hecho excepciones para los residentes locales y los servicios de abastecimiento de mercancías. Las intersecciones que antes estaban dominadas por los coches se han transformado en plazas verdes revitalizadas, con bancos y lugares seguros para que jueguen los niños.
En París,por su parte, ahora los corredores se agolpan a orillas del Sena en una zona completamente libre de tráfico rodado. «Sólo peatones y ciclistas pueden utilizar este espacio», afirma el ciclista Altis Play. «Está dando mucha vida». La ciudad ha introducido planes de apoyo al clima, el transporte sostenible y la mejora de la calidad de vida, cediendo a peatones y ciclistas espacios antes reservados a los vehiculos. Al mismo tiempo, está duplicando la red de metro para cubrir unos 450 kilómetros.
Críticas a los planes en favor del ciclismo
Cada vez más ciudades siguen el ejemplo de Groninga, Barcelona y París, pero muchos conductores se oponen. No están contentos con los planes que restan espacio a las calzadas para dejar más sitio a bicicletas y peatones. Olga Iban, que regenta un taller de Porsche en el centro de Barcelona, echa de menos el antiguo plan de circulación de la ciudad, que califica de «prácticamente perfecto».
«Antes podías atravesar Barcelona en 35 minutos como máximo», explica. «Ahora se tarda 1 hora y 45 minutos». «Lo que vemos en todos estos cambios […] es que la gente se resiste. Tenemos que tomárnoslo en serio. Se resisten porque algunos perderán algo», afirma Marco te Brömmelstroet, profesor de movilidad urbana de la Universidad de Ámsterdam. El académico comparó las discusiones actuales con los debates de los años 70 y 80 en Países Bajos, cuando ciudades como Groninga empezaron a replantearse sus calles. Las lecciones aprendidas entonces le hacen ser optimista sobre la posibilidad de que estos planes prosperen en otros lugares.