Mientras un hombre armado -Brenton Tarrant- avanzaba hacia la mezquita, matando a disparos a quienes estaban a su paso, Abdul Aziz no se escondió. En lugar de eso, tomó lo primero que pudo encontrar, una máquina para cobros con tarjetas de crédito. Salió corriendo y le gritó «¡Ven aquí!”.
Aziz ha sido calificado de héroe por prevenir que hubiera más muertes durante las oraciones del viernes en la segunda mezquita atacada, en la zona de Linwood en Christchurch, después de haber atraído al pistolero a una persecución, antes de hacer que se alejara a toda velocidad en su auto.
Latef Alabi, guía de oración de la mezquita de Linwood, aseguró que la cifra de muertes habría sido mucho mayor sin la intervención de Aziz. Él escucho las voces afuera del templo y detuvo la oración para asomarse por la ventana. Cuando vio al atacante armado, vestido de negro, primero pensó que era un policía, pero luego vio dos cuerpos y escucho sus gritos con amenazas de muerte.
Rápidamente, ordenó a los cerca de 80 presentes que se tiraran al suelo. Algunos, nerviosos, no le hicieron caso, hasta que escucharon los disparos. «Allí apareció este hermano. Fue por él y se las arregló para superarlo, así fuimos salvados», relató Alabi. «Si hubiese podido entrar a la mezquita, todos estaríamos muertos», añadió.
Aziz, de 48 años, no lo dudó. Salió gritando de la mezquita, buscando distraer al terrorista. Dentro, sus dos hijos menores, de 11 y 5 años, le imploraban que vuelva con ellos. Pero él quería protegerlos.
En ese momento, Brenton Tarrant, quien ya había matado a 41 personas en la mezquita de Al Noor, volvió a su vehículo para buscar otro rifle. Aziz, usó lo que tenía a su alcance. Lo único que encontró fue un dispositivo de cobro de tarjetas de crédito, que arrojó para tratar de asustarlo.
El asesino volvió a los tiros. Aziz corrió, escondiéndose entre los autos. No era una película ni un videojuego, era arriesgar su vida para detenerlo. Acercándose, vio un arma en el suelo, dejada por Tarrant. Aziz la tomó, dispuesto a enfrentarlo. Apretó el gatillo, sin éxito. Ya no tenía municiones. Nuevamente, volvió a acercarse al auto. «Simplemente lancé el arma como si fuese una flecha y rompí una ventana. Por eso se asustó», aseguró. El asesino no dejaba de insultarlo, asegurando que iba a matar a todos. Pero finalmente condujo el auto alejándose de la mezquita. Minutos después, sería interceptado por la policía.
Nacido en Kabul, Aziz contó que salió de Afganistán como refugiado cuando era niño y vivió más de 25 años en Australia, antes de mudarse a Nueva Zelanda hace un par de años. «He estado en muchos países, y este es de los más bellos», comentó, destacando su tranquilidad. Respecto a su accionar durante el atentado, apuntó que no pensó en lo que hacía, ya que estaba como en piloto automático, y no cree ser ningún héroe. Según piensa, es lo que «cualquier persona» hubiera hecho en su lugar. «Para Alá, no era la hora de mi muerte».
Con información de AP