En medio de la imparable marcha ascendente de las temperaturas globales, un nuevo y desconcertante fenómeno está emergiendo. Regiones específicas del planeta están experimentando olas de calor tan extremas que desafían toda predicción y explicación científica.

En un nuevo estudio innovador, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, investigadores de EE. UU. y Austria han creado el primer mapa mundial que identifica estas zonas, revelando «puntos calientes» en todos los continentes excepto la Antártida.

Lo más alarmante es que estas regiones están registrando temperaturas que superan por márgenes asombrosos lo que cualquier modelo de calentamiento global puede predecir, causando estragos en la salud humana, la agricultura y el medio ambiente, según un comunicado de la Columbia Climate School.

Invernaderos temporales

Estas regiones experimentan lo que los investigadores denominan «invernaderos temporales»: zonas donde los extremos de calor se han acelerado mucho más allá de la trayectoria esperada del calentamiento global.

El descubrimiento plantea profundas interrogantes sobre nuestra capacidad para pronosticar y prepararnos ante los futuros riesgos climáticos.

«Se trata de tendencias extremas que son el resultado de interacciones físicas que quizá no comprendamos del todo», afirma en el comunicado Kai Kornhuber, autor principal del estudio, científico adjunto del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Escuela del Clima de la Universidad de Columbia e investigador principal del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados de Austria. «Estas regiones se convierten en invernaderos temporales», agrega.

Un ejemplo dramático de este fenómeno ocurrió en junio de 2021, cuando una ola de calor sin precedentes azotó durante nueve días el noroeste del Pacífico. En algunas zonas, las temperaturas diarias pulverizaron récords anteriores por márgenes de hasta 54 grados Fahrenheit (12,2 grados Celsius).

La pequeña ciudad canadiense de Lytton se convirtió en el rostro de esta crisis cuando alcanzó los 121,3 grados Fahrenheit (49,6 grados Celsius), la temperatura más alta jamás registrada en Canadá. El destino de Lytton resultó trágico: al día siguiente, la ciudad fue consumida por un incendio forestal, alimentado por una vegetación reseca por el calor extremo.

El mapa del calor extremo

El estudio, que analiza datos de los últimos 65 años, revela que estas anomalías térmicas se concentran en múltiples regiones alrededor del globo. Los investigadores han identificado patrones preocupantes en la China central, Japón y Corea, así como en la península arábiga y el este de Australia.

El fenómeno también se manifiesta en diversas partes de África, los Territorios del Noroeste de Canadá y sus islas del Alto Ártico, extendiéndose hasta el norte de Groenlandia y el extremo sur de Sudamérica. Zonas dispersas de Siberia, junto con partes de Texas y Nuevo México, completan este mosaico global de puntos calientes.

Sin embargo, es en el noroeste de Europa donde la señal es más intensa y consistente. En esta región, los días más calurosos del año se están calentando al doble de velocidad que las temperaturas medias del verano, un fenómeno que contribuyó a aproximadamente 60.000 muertes en 2022 y 47.000 en 2023.

El problema es que estos fenómenos no se limitan a las regiones tradicionalmente cálidas. En muchas de estas zonas, la población no está acostumbrada ni preparada para temperaturas tan altas. La falta de aire acondicionado y de infraestructuras adaptadas al calor ha agravado el impacto en la salud pública.

Un rompecabezas científico

Lo que hace aún más intrigante este fenómeno es su distribución desigual. Mientras algunas regiones experimentan estos extremos inexplicables, otras áreas muestran aumentos de temperatura incluso menores a lo predicho por los modelos. Este es el caso de amplias zonas del centro-norte de Estados Unidos, el centro-sur de Canadá, el interior de Sudamérica, gran parte de Siberia, el norte de África y el norte de Australia.

Los científicos están luchando por comprender las causas de estas disparidades. Una teoría sugiere que el rápido calentamiento del Ártico está desestabilizando la corriente en chorro, un río de aire que circula continuamente por el hemisferio norte. Esta desestabilización provocaría las llamadas ondas de Rossby, que succionan aire caliente del sur y lo estacionan en regiones templadas durante días o semanas.

Sin embargo, esta explicación no basta para entender todos los casos. Como señala Samuel Bartusek, coautor del estudio, la ola de calor de 2021 en el noroeste del Pacífico fue «tan extrema que resulta tentador aplicar la etiqueta de ‘cisne negro’, un acontecimiento que no se puede predecir».

Aunque él prefiere llamarlo un «cisne gris», subrayando la difusa línea entre lo impredecible y lo esperable en esta nueva era climática.

Un futuro preocupante

Con 2023 registrado como el año más caluroso de la historia (1,18 grados Celsius por encima de la media del siglo XX) y 2024 en camino de superar ese récord, estas anomalías térmicas plantean serios desafíos para la adaptación humana.

«Debido a su naturaleza sin precedentes, estas olas de calor suelen estar vinculadas a impactos sanitarios muy graves, y pueden ser desastrosas para la agricultura, la vegetación y las infraestructuras», advierte Kornhuber.

En Estados Unidos, a pesar de su mejor preparación en comparación con otros países, el calor excesivo ya mata a más personas que todas las demás causas meteorológicas juntas, incluyendo huracanes, tornados e inundaciones. En 2023, se registraron 2.325 muertes relacionadas con el calor, más del doble que en 1999.

La gravedad de la situación ha llevado a algunos expertos a proponer que las olas de calor reciban nombres, al igual que los huracanes, para aumentar la conciencia pública y motivar a los gobiernos a prepararse mejor. Porque si algo deja claro este estudio es que, incluso con todos nuestros avances científicos, el cambio climático aún guarda sorpresas que podrían resultar devastadoras.

Como señaló Kornhuber, «puede que no seamos capaces de adaptarnos con la suficiente rapidez», pero reconocer el problema es el primer paso para abordarlo.

Con información de Columbia Climate School, PNAS, Newsweek y Gizmodo.

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