Más de 400 migrantes centroamericanos que viajaban en caravana de Mapastepec a Pijijiapan, Chiapas, fueron detenidos por agentes migratorios y de la Policía Federal. Esta es la segunda redada que realizan las autoridades. La primera acción se efectuó el viernes pasado en Mapastepec, donde fueron aseguradas cerca de 200 personas sin documentación legal. Ahora hombres, mujeres y niños fueron tomados por la fuerza y subidos en contra de su voluntad a los vehículos oficiales, posteriormente fueron llevados a unos autobuses.
A distancia, personal de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos observaron los operativos y se limitaron a documentar. Funcionarios de la dependencia aseguraron que no pueden intervenir en las acciones de las autoridades de migración. Estas acciones se dan luego del amago que, a finales de marzo, hizo el presidente Donald Trump de cerrar la frontera con México si nuestro país no frena las caravanas que se dirigen a Estados Unidos.
El Instituto Nacional de Migración asegura que el último mes ha deportado a 15 mil migrantes. Mientras tanto, otros 15 mil indocumentados han obtenido visas humanitarias que permiten permanecer y trabajar en México.
Esta es apenas la segunda gran acción que realiza el Gobierno de México desde la llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador y a partir de la aparición de las caravanas migrantes en su paso por México, una acción a gran escala entre la Policía Federal y el Instituto Nacional de Migración en Chiapas para detener alrededor de 400 migrantes que caminaban rumbo a Pijijiapan.
En el operativo, decenas de migrantes se resistieron a ser resguardados en las camionetas de migración, pero fueron sometidos, en algunos casos, por la fuerza. Un grupo logró esquivar la redada, pero fue detenido en la garita Echegaray. Kevin Escobar, un hondureño de 27 años, desafió a las autoridades migratorias mexicanas al cruzarse a una propiedad privada donde los funcionarios no ingresaron: “¿Por qué me quieres detener?”, les cuestionó a gritos Escobar. Luego les dijo que no quería volver a San Pedro Sula de donde era oriundo por la presión y violencia de las pandillas.
Los centroamericanos fueron obligados a subir a autobuses y camionetas del Instituto Nacional de Migración. Las fuerzas de seguridad forzaron a adultos y menores a subir a las camionetas conocidas como perreras. Las mujeres y niños lloraban y gritaban desde dentro, desconsolados. Atrás dejaron ropa, zapatos, maletas y carriolas.
Desde octubre, miles de centroamericanos han recorrido México en multitudinarias caravanas con la esperanza de llegar a Estados Unidos para pedir refugio. El presidente estadunidense, Donald Trump, considera este éxodo una amenaza de seguridad nacional y exige a México que detenga a los migrantes. Trump amenazó con cerrar la frontera con México, lo que tendría fuertes repercusiones económicas.