La civilización o cultura maya fue una de las principales civilizaciones que se desarrolló en la antigua Mesoamérica. Cultura muy destacada por sus elaborados sistemas de escritura, numéricos y por el uso del calendario, así como por su impresionante arte y arquitectura.
Toniná es el nombre de un asombroso sitio arqueológico en Chiapas. La palabra ‘toniná’ viene del tzeltal y significa ‘casa grande de piedra’, lo cual es precisamente lo que encontrarás en este increíble rincón de México. La ciudad maya de Toniná es un lugar sagrado que tuvo su mayor esplendor en los años 695 y 711 de nuestra era. Se caracterizó por ser una potencia militar, lo cual se sabe porque aún se conservan pequeñas salas donde vivían los prisioneros.
Arqueólogos mexicanos creen haber localizado los restos mortuorios de los antiguos gobernantes de una de las ciudades mayas de mayor influencia.
En 2020, los especialistas localizaron en el interior de una cripta prehispánica del Templo del Sol, de la ciudad de Toniná, Chiapas, las cenizas de lo que presumen fueron los cadáveres de, al menos, un par de gobernantes, así como el de una señora de la ciudad, antiguamente conocida como el reino maya de Po’p que rivalizó con Palenque en el periodo Clásico maya (500-687 d.C.).
El hallazgo se dio en la estructura piramidal más importante de la zona arqueológica, ubicada en el valle de Ocosingo, en Chiapas; en el interior de la cripta los arqueólogos encontraron más de 400 vasijas con material orgánico como cenizas, carbón, goma y raíces.
Los especialistas consideran que los cadáveres fueron sometidos a una parafernalia religiosa para reducirlos a cenizas y que, a su vez, sus restos sirvieron para elaborar bolas de hule usadas en la cancha del Juego de Pelota, espacio simbólico del camino eclíptico del cielo, por donde transitan y se enfrentan los astros, espacio de guerra y muerte, de espectáculo y poder.
La hipótesis es del investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Juan Yadeun Angulo, quien trabaja en el sitio desde hace 42 años. En el costado norte del templo maya se ubicó una tapa de piedra de 90 por 60 centímetros con la representación de un cautivo atado, misma que fue llevada al museo de sitio y reemplazada in situ por una réplica.
Como en un laberinto, la boca de piedra subyacente condujo a una serie de pequeñas bóvedas y cuartos conectados por escalinatas de una decena de peldaños, que rematan en una antecámara y una cripta, ubicadas a ocho metros de profundidad en el interior de la pirámide, sitios que fueron concebidos entre los siglos VII y VIII, antes de la explosión constructiva que daría forma al templo.
La antecámara, de 1.34 por 1.64 metros y 1.34 metros de altura, y la cripta, de 1.34 por 1.34 metros y 1.10 metros de altura, son habitáculos reducidos, donde se hallaron las vasijas con cenizas humanas y el tacto oleoso que permanece en sus muros al paso de trece centurias.
El análisis microscópico de la materia orgánica contenida en estas piezas burdas y monocromas refiere que personas especializadas, posiblemente sacerdotes, emprendían la combustión de los cuerpos inertes de personajes de alto rango, y que el azufre de las cenizas el tercer mineral más abundante en función del porcentaje del peso corporal total– era utilizado para la vulcanización de hule, con el que se confeccionaban las bolas usadas en el rito del Juego de Pelota.
A diferencia de otras culturas antiguas, entre ellas la egipcia, la cual preservaba el cuerpo de sus ancestros mediante la momificación, en Mesoamérica los restos de las y los gobernantes eran cremados, no necesariamente hasta su reducción total a cenizas, pues algunas partes del cuerpo entrañaban un poder particular por relacionarse con ciertas deidades. Así, con los restos se formaban bultos funerarios, reliquias que los linajes guardaban y llevaban consigo si se veían desplazados.
En este sentido, resulta elocuente el discurso escultórico del Juego de Pelota del sitio, en el que resaltan las esculturas de los tres marcadores que delimitan el interior y el suelo de la cancha.