Mauro Morandi vive sólo desde hace 32 años en la pequeña isla de Budelli, un paraíso deshabitado, parque natural de la región italiana de Cerdeña del que se había convertido en su guardián, pero por sorpresa anunció en su página Facebook que se va: «Me he hartado, me marcho».
Este ermitaño de 82 años, al que conocen como el ‘Robison Crusoe’ italiano, había llegado por casualidad a esta isla del parque del archipiélago de la Magdalena en 1989, mientras intentaba llegar por mar desde Italia a la Polinesia.
El exprofesor de educación física de Módena (norte) compró un catamarán con unos amigos y su pareja con el objetivo de navegar hasta la Polinesia. El grupo pasó por el archipiélago de Cerdeña y, tras descubrir por casualidad que el entonces encargado de cuidar Budelli estaba a punto de irse, Morandi ocupó su lugar y se instaló allí, en completa soledad.
https://www.facebook.com/mauro.dabudelli/posts/2826915494217724
Con una superficie de unos 1,6 kilómetros cuadrados, la isla es considerada una de las más bellas y salvajes del Mediterráneo, conocida sobre todo por su playa Rosa, formada por diminutos fragmentos de coral y conchas que le dan este color y a la que se puede acceder solamente con permiso.
Las autoridades no querían que siguiera en la isla
Durante todos estos años las autoridades de Cerdeña habían intentado desalojar a Morandi, que no tenía los permisos para vivir allí, pero lo evitaron el clamor popular y su labor: la de alejar a los turistas de sus aguas protegidas, vigilar que no hubiera incendios y limpiar las playas de residuos.
Hasta este lunes, cuando con una publicación en su perfil de Facebook, que ha utilizado durante estos años para compartir fotos de las maravillas de la isla, anunció: «Llevo 20 años luchando contra los que me quieren echar, aunque apoyado, psicológicamente y no solo por Budelli, sino por todos los que me animan, ahora me he hartado de verdad y me voy».
Hace tres años el Parque Nacional de la Magdalena (al que pertenece Budelli) había decidido el «desalojo» de la propiedad ocupada por Morandi. Ahora este eremita explica que deja la casa porque le han comunicado que tienen que hacer obras en esta vivienda, entre ellas eliminar el amianto, y que se ha cansado de luchar.
Hasta ahora vivía sin radio, ni televisión, pero usaba la conexión a internet y las redes sociales para documentar las bellezas de su isla y explicar que pasaba mucho tiempo «recuperando los muchos residuos que vienen del mar».
Morandi ya no quiere estar solo
Para él, el confinamiento por la pandemia que se vive aún en Cerdeña no ha sido duro. «Yo he estado siempre solo, el año pasado no vi a nadie durante seis meses», explicó a los medios italianos, aunque confesó que ahora «se tendrá que vacunar» ya que se encontrará con otras personas.
Para el «Robinson Crusoe italiano», los años empiezan a pesar después de haber sufrido «un frío invierno» y la «rotura del frigorífico desde hace meses».
También confiesa que en su decisión le ha empujado que ha conocido a una persona, de la que cree que se ha enamorado, y que ya ha alquilado una casa en La Magdalena para quizá, «empezar una vida juntos» y no volver a estar solo. Con información de EFE y DW