La poeta uruguaya Ida Vitale, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2018, llegó a su cita con mil jóvenes, que previamente habían leído su obra y que estaban ansiosos por escucharla y tener la oportunidad de hacerle preguntas sobre su trayectoria.
El diálogo fue moderado por el escritor mexicano José María Espinasa, amigo de Vitale, quien describió a Ida como “una mujer siempre tocada por la gracia”, para luego arrancar la charla pidiéndole que hablara sobre lo que recomendaría a un escritor en ciernes que se inicia en la literatura, a lo cual la autora respondió: “Supongo que todos empiezan a escribir de la misma manera, leyendo algo que les fascina, y entonces se les ocurre que es fácil escribir algo así, que podemos intentar algo parecido. Claro que, si uno es prudente, rompe lo primero que escribió. Aunque hay quienes se satisfacen más pronto con lo que hacen, mientras que otros no estamos satisfechos nunca, estamos inquietos sobre lo que ha salido en el papel. Por eso es normal que uno lea algo y se sienta el impulso de emularlo”.
Con este punto de partida, aconsejó a los jóvenes ser “escritores en estado de expectativa; que no se apresuren a estar satisfechos ni a romper todo lo que hagan, siempre y cuando lean todo lo que les caiga en la mano; después sabrán si era bueno o malo”. Sin embargo, les previno sobre “no detenernos con lo que nos gusta mucho, porque ahí es mayor la tentación de imitar. La originalidad viene por sí sola después”.
Ante el cuestionamiento sobre si se considera en medio de los dos grandes escritores uruguayos Juan Carlos Onetti y Felisberto Hernández, Vitale respondió negativamente, pues generalmente no escribe narrativa. “Todavía me mantengo en el campo menor, quizá minado, pero menor, de la poesía, así que no he corrido el riesgo de identificarme con alguno de los dos”. Además, remató, “es raro que la poesía se deje influir por la prosa”.
Al rememorar su llegada a México durante el largo exilio de Uruguay, Vitale se remontó a su primera juventud, cuando buscó una beca en la Embajada mexicana para venir a estudiar, mucho antes de saber que en este país pasaría más de diez años de su vida. Sobre esta experiencia del exilio, declaró enfática que “nunca se regresa a la misma ciudad, y el que regresa nunca es el mismo”.
Cuando los jóvenes le preguntaron sobre sus libros favoritos entre su bibliografía, respondió que no tiene alguno en específico, pero considera que algunos son más débiles o mejorables, que nunca está satisfecha de lo que ha hecho porque “el día que uno se satisface, empieza el final”.
Por último, aconsejó a los jóvenes que variaran sus lecturas, que no se quedaran con lo que les agrade. “Cuando leemos algo que nos gusta hay que buscar inmediatamente leer algo muy distinto, perseguir la diferencia”. Selló su charla con una declaración de principios, pues aunque el objeto final de muchos poemas es un libro “me niego a ver la poesía como producto”.