Desde que asumió el poder el presidente Andrés Manuel López Obrador, el Ejército mexicano ha asumido crecientes funciones en la vida pública nacional. Pese a que en sus tres campañas presidenciales se pronunció a favor de regresar a los soldados a los cuarteles y quitarles la responsabilidad de la seguridad pública, al asumir la presidencia, hace casi dos años, la incrementó con la creación de la Guardia Nacional, que pretendía tener un mando civil, pero en la práctica, ha sido militar.
Las Fuerzas Armadas son responsables de una infinidad de actividades, que van desde la construcción y administración del nuevo aeropuerto de Santa Lucía, la edificación del Parque Ecológico Lago de Texcoco y de un nuevo aeropuerto en Tulum, hasta el control de 2.700 sucursales del Banco del Bienestar y la construcción de algunos tramos del Tren Maya.
Los soldados han sido asignados a la remodelación de 32 hospitales que quedaron inconclusos en sexenios pasados, han participado en la distribución de gasolina y de medicamentos, de libros escolares, son responsables la vigilancia de las fronteras para contener el paso de migrantes hacia Estados Unidos, y también apoyan programas sociales como Sembrando Vida. La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Secretaría de Marina (Semar), que conforman conjuntamente las Fuerzas Armadas, han sido comisionadas también con la custodia de Puertos y Aeropuertos.
«El Ejército es una institución muy empoderada políticamente. Desde la declaratoria de la guerra contra el narcotráfico hace 14 años, por el presidente Felipe Calderón (Partido Acción Nacional PAN), las Fuerzas Armadas han sido usadas como el activo principal en la estrategia gubernamental de seguridad pública por sucesivas administraciones”, afirma el analista Raúl Benítez Manaut, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El Ejército y la Fuerza Aérea cuentan con 165.454 uniformados, la Secretaría de Marina con 51.333 y la Guardia Nacional (Policía Nacional) con 104.695, sumando un total de 321.482 efectivos, según un comunicado de la Sedena de mayo pasado. Sin embargo hay páginas que cifran su fuerza en un total de 404.281 guardias y soldados.
Un Estado dentro del Estado
El politólogo alemán Günther Maihold, subdirector del Instituto para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, según sus siglas en alemán) coincide. «Hemos visto en los sexenios pasados una inclinación muy fuerte de los presidentes en turno por apoyarse en las Fuerzas Armadas para encarar asuntos internos. Lo que en algún momento fue criticado por López Obrador, ha sido ampliado aún más.
Maihold advierte en particular sobre la práctica de adjudicaciones directas al Ejército, carentes de toda transparencia. «En especial la compra de servicios a través de las instancias militares con el objetivo de evitar las licitaciones por concurso, con procedimientos oscuros, afecta a la imagen del Ejército, y deja en evidencia que el control civil de las instancias militares se está desvaneciendo y está en camino de convertirse en un Estado dentro del Estado, contraviniendo el logro postrevolucionario que dejó en claro que los militares tienen que subordinarse al poder político.»
El 6 de noviembre pasado, el gobierno publicó el decreto con el que extingue 109 fideicomisos destinados a la promoción de la ciencia, la tecnología, la cultura, los derechos humanos y el deporte, pero otorgó un incremento histórico a los fondos asignados a los militares a través de cuatro fideicomisos, que registraron un incremento de más de 1.000 por ciento, según una investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).
Son un mundo paralelo
«El Ejército en México es el único en América Latina que no ha estado en el poder formalmente desde Lázaro Cárdenas, o Manuel Ávila Camacho, estamos hablando de 74, 80 años. Era parte del PRI con una rama militar, que luego se disolvió, pero ha tenido una autonomía extremadamente fuerte. Ha sido un mundo paralelo y muy opaco al ámbito político. Esa tradición sigue ahí», afirma por su parte el catedrático y profesor de ciencia Política de la Universidad de Salamanca Manuel Alcántara Sáez.
Para el politólogo español, el principal peligro de la creciente militarización en México es que puede incrementar una línea más dura y autoritaria desde el poder ejecutivo, una intensificación de la autoridad presidencial.
«López Obrador se sentiría muy cómodo porque también hay una tradición confusa, errática, del nacionalismo. Eso lo ha dicho López Obrador en algún momento, que el Ejército es el pueblo en armas, es la nación en armas. Todo esto facilita mucho ese tipo de liderazgos, que son solitarios, que no tienen un componente orgánico con un partido grande que les esté arropando», afirma. El experto compara la indiferencia de López Obrador hacia su partido, Morena, con el mismo desinterés que mostró Hugo Chávez hacia el PCUV. «Morena es algo que acompaña a su proceso, la 4T (Cuarta transformación), pero él no tiene ningún interés institucionalizante, y eso es lo típico de todos los caudillos».
¿Y Cienfuegos?
El reciente caso del general Salvador Cienfuegos, ex- secretario de Defensa, devuelto a México por la Justicia estadounidense sin declararlo inocente, después de haber sido detenido por supuestos vínculos con el narcotráfico, puso en evidencia el músculo del Ejército, que presionó al presidente para su liberación.
Según el experto en seguridad Raúl Benitez Manaut, los militares amenazaron a López Obrador con que regresarían a los cuarteles, con lo que dejarían de hacer obra pública y todas las actividades en las que participan. «El general Cienfuegos estuvo al frente durante seis años (2012-2018). Todos los ascensos de los militares los decide el secretario de la Defensa, entonces todos los altos cargos en este momento tienen una deuda con él. El mismo presidente dijo que tenía una presión militar».
Por su parte, el politólogo Günther Maihold destaca que las alegaciones de Estados Unidos, si tienen fundamento, indican que el crimen organizado ha avanzado hasta las mismas Fuerzas Armadas, que se presentaban como el último reducto limpio. «Que el presidente haya utilizado todo el peso nacional de su política exterior para lograr esa decisión de Estados Unidos, es una señal muy clara de la dependencia que existe en la presidencia hacia el brazo armado».
Manuel Alcántara no descarta una turbulencia social ante la creciente crispación social en el país, y recuerda la Revolución Mexicana de 1910. «México vivió 17 años en una inestabilidad crónica de la que ya no nos acordamos. Nos enteramos de ella por los libros de historia. El cambio se produjo a partir de Lázaro Cárdenas. México se convirtió en el país de la estabilidad, de la previsibilidad, de un cierto orden y así ha sido durante mucho tiempo, pero tal vez estamos en una etapa que es un preludio de una convulsión social como la de hace un siglo. Elementos hay, de desigualdad, de violencia crónica, y si le añadimos la gasolina que supone el narcotráfico, podría ser que el país esté ante un escenario explosivo. Aunque siempre ha tenido a Estados Unidos como una especie de apaciguador». Fuente Deutsche Welle