En la capital francesa, las avenidas lucieron desiertas, las calles vacías y los locales cerrados. París es una ciudad apagada desde la noche de este sábado en Europa y vive su primera noche en toque de queda, el primero a nivel total desde la ocupación alemana de la ciudad hace ya 80 años, en plena Segunda Guerra Mundial.
“Tenemos que tomar medidas más estrictas” porque “estamos en una situación preocupante”, afirmó Macron. El objetivo es frenar el crecimiento de los contagios a fin de pasar de los aproximadamente 20,000 nuevos casos diarios actuales a 3,000 a 5,000, añadió.
Macron aseguró que un reconfinamiento general de la población, como el vivido la pasada primavera, “sería desproporcionado”, por lo que el toque de queda “es una medida pertinente”.
“No se puede ir al restaurantes después de las 21:00 horas, no se puede ir a fiestas a casa de los amigos”, explicó el presidente, quien avanzó que habrá controles policiales y multas para los infractores de 135 euros y mayores para los reincidentes. Además, se pondrá en marcha un sistema de autorizaciones para quienes tengan que salir por trabajo o motivos ineludibles.
La medida no se aplicaba desde los tiempos de la invasión de la Alemania Nazi de Adolfo Hittler. Esta vez no fueron los nazis, sino el coronavirus. La medida que entró en vigor en la medianoche de este fin de semana y afecta a París y su región y a otras ciudades como Lille, Lyon, Grenoble, Marsella, Aix en Provence, Rouen, St. Etienne, Montpellier y Toulouse. Veinte millones de personas viven en esa zona.
La medida tiene por objetivo impedir que los ciudadanos de entre 20 y 40 años, que probablemente estudian, trabajan y se desplazan respetando la distancia social durante el día, luego, por la noche se olviden de todo y salgan a beber y divertirse con los amigos. El índice de contagios en la franja de 20-29 años llegó a superar los 500 casos por 100,000 habitantes, el doble del conjunto de la población.
Entre los 30 y los 39 superan los 300 casos desde hace 15 días. “Es duro tener 20 años en 2020”, admitió Emmanuel Macrón, jefe del Estado francés, quién justificó: “La razón para la esperanza es que estamos reaprendiendo a ser plenamente una nación de ciudadanos solidarios”.