Un equipo de científicos suecos ha publicado en la revista Science Translational Medicine un estudio en el que describe una nueva función del apéndice, aunque en este caso no se considera positiva, ya que sus células actúan como reserva de ciertas proteínas vinculadas a la aparición del Mal de Parkinson. Este estudio, llevado a cabo por científicos del Instituto de Investigación Van Andel (VARI por sus siglas en inglés), en colaboración con la Universidad de Lund, surgió después de que estos investigadores comprobaran que en el apéndice existía un reservorio de alfa-sinucleínas anormalmente plegadas, unas proteínas cuya acumulación en el cerebro se vincula con el Mal de Parkinson.
En personas a las que se extrajo el apéndice en una etapa temprana de su vida el riesgo de padecer Parkinson, este se reducía entre un 19% y un 25%. Porlo que a los investigadores les llevó a pensar que podría existir alguna relación entre ambos fenómenos, por lo que procedieron al análisis de información de pacientes extraída de dos bases de datos. La primera contaba con datos de Statistic Sweden y el Registro Nacional de Pacientes de Suecia, en el que aparecen diagnósticos médicos e historiales quirúrgicos registrados desde 1964. La segunda procede de la Parkinson Progression Marker Initiative (PPMI), un estudio clínico observacional histórico, diseñado para identificar biomarcadores de la progresión de la enfermedad de Parkinson. En total, se realizó el seguimiento de 1,698, 000 personas, durante 52 años.
Y de este modo, comprobaron que para las personas a las que se les extrajo el apéndice durante una etapa temprana de su vida, el riesgo de padecer Parkinson con el paso del tiempo se reducía entre un 19% y un 25%. Este último porcentaje correspondía a los habitantes de zonas rurales. Esta es una condición que normalmente se relaciona con una mayor probabilidad de padecer la enfermedad, posiblemente por la exposición frecuente a pesticidas, pero en el caso de la apendicectomía la disminución del riesgo era aún más visible. Además, también se retrasaba la progresión del Parkinson, en una media de 3’5 años. Sin embargo, si la retirada del apéndice se había llevado a cabo después del diagnóstico de la enfermedad, ya no servía de nada.
Este hallazgo no significa que la sola presencia del apéndice y el reservorio proteico que contiene sea la causa de la enfermedad. Tampoco indica que se deba extraer el apéndice por precaución; pues, si bien se puede vivir sin él, se le atribuyen funciones que pueden ser necesarias, especialmente en personas muy jóvenes. Pero sí sirve para aportar datos muy interesantes sobre la intervención del sistema digestivo en la aparición de esta enfermedad, cuyos mecanismos son aún en parte un misterio para los investigadores.