Es probable que esté familiarizado con el pie de atleta y las infecciones por hongos, problemas comunes que afectan a millones de personas en todo el mundo sin embargo, estas infecciones son solo la punta del iceberg cuando se trata de los hongos. Así, más allá de las infecciones cutáneas por hongos, existen las infecciones fúngicas «invasivas», que pueden afectar a los pulmones o propagarse a los órganos a través de la sangre.

En la India, algunos pacientes de COVID-19 contrajeron una infección mortal por un hongo negro que puede afectar a los senos paranasales, los pulmones, la piel y el cerebro.

Estas infecciones van en aumento y pueden poner en peligro la vida, especialmente en personas inmunodeprimidas. Sorprendentemente, estas infecciones han estado fuera del radar del conocimiento público durante mucho tiempo fue solo hasta el año pasado que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primera lista de hongos peligrosos para la salud.

Este desconocimiento general ha llevado a diagnósticos incorrectos en entornos clínicos y ha frenado el desarrollo de tratamientos eficaces. Además, dificulta la capacidad de la OMS para evaluar de manera precisa la carga global de estas enfermedades los expertos sugieren que las infecciones fúngicas invasoras cobran la vida de hasta 1,5 millones de personas cada año, una cifra comparable a las muertes anuales atribuidas a la tuberculosis.

¿Cómo se «contrae» una infección fúngica invasora?

Todos nosotros inhalamos esporas de hongos constantemente, provenientes de diversas fuentes cotidianas como nuestros cubos de compostaje, el pan mohoso de la cocina o incluso los bulbos de flores de nuestro jardín (más sobre esto más adelante).

Oliver Cornely, director del Centro Europeo de Excelencia para las Infecciones Fúngicas Invasoras, asegura que estas esporas no representan un problema para la mayoría de las personas sanas, ya que sus sistemas inmunológicos pueden combatirlas sin dificultad. No obstante, para las personas inmunodeprimidas, como aquellos que fuman excesivamente o han recibido recientemente trasplantes de órganos o terapias celulares, la inhalación de estas esporas puede generar graves problemas de salud.

¿Por qué aumentan las infecciones fúngicas invasivas?

Según Cornely, este aumento está estrechamente relacionado con el creciente número de intervenciones quirúrgicas para salvar vidas que se realizan en la actualidad. A medida que más personas se someten a operaciones y tratamientos intensivos, como la quimioterapia, su susceptibilidad a las infecciones fúngicas invasivas aumenta considerablemente además, surge un problema adicional: la resistencia a los antifúngicos, similar a la resistencia a los antibióticos.

¿Qué es la resistencia a los antifúngicos y por qué es un problema?

Algunos hongos son intrínsecamente resistentes a ciertas clases de antifúngicos, mientras que otros desarrollan resistencia debido a exposiciones repetidas a dosis bajas del medicamento, un proceso análogo a las terapias de desensibilización utilizadas en las alergias alimentarias.

El hongo Candida puede causar infecciones fúngicas invasivas.

¿Cómo se utilizan los antifúngicos en la agricultura?

Este fenómeno se agrava en la agricultura, donde los antifúngicos se utilizan en grandes cantidades para proteger los bulbos de flores y otros cultivos. Sin embargo, esta práctica conlleva el riesgo de crear hongos resistentes en la naturaleza, un dilema complejo que requiere un equilibrio cuidadoso entre la necesidad de proteger los cultivos y la prevención de la resistencia a los antifúngicos.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación calcula que, si los antifúngicos dejaran de utilizarse en la agricultura, perderíamos alimentos para 2.000 millones de personas. Antes de venderlos en un vivero, los bulbos se sumergen en un baño de azoles, el mismo agente antifúngico que se utiliza para tratar las infecciones fúngicas invasoras.

Los antifúngicos se utilizan en la agricultura de todo el mundo.

«Por eso, cuando vas al centro de jardinería, nunca encuentras un bulbo con hongos», explica Cornely. «Normalmente, como el pan, estas cosas deberían descomponerse y ser destruidas por los fumigadores de Aspergillus… pero eso no ocurre porque están cubiertas de azoles».

A primera vista, este proceso puede parecer bastante útil, ya que nadie desea tratar con flores mohosas en su jardín no obstante, según explica Cornely, el problema surge cuando llevamos estos bulbos a casa y los plantamos en el suelo del jardín los azoles presentes en los bulbos se filtran al suelo, creando una concentración elevada directamente alrededor del bulbo. A medida que nos alejamos, la concentración disminuye gradualmente hasta alcanzar un nivel tan bajo que los hongos del suelo pueden tolerarla es a través de esta exposición que estos hongos desarrollan resistencia a los azoles.

Este fenómeno guarda similitud con el uso de un antifúngico para tratar un absceso, como explica Cornely en las áreas cercanas al absceso, la concentración del antifúngico es lo suficientemente potente como para eliminar todos los hongos presentes. Sin embargo, a medida que nos alejamos y la concentración disminuye, aumenta la probabilidad de que los hongos del organismo desarrollen resistencia a esta exposición en lugar de ser erradicados por ella.

¿Qué infecciones fúngicas invasivas son las más frecuentes?

Las infecciones fúngicas invasivas más frecuentes están causadas por los hongos Candida y Aspergillus. El Aspergillus afecta principalmente al pulmón, mientras que la Candida puede propagarse por el torrente sanguíneo y causar infección en distintos órganos del cuerpo, con mayor frecuencia los ojos, los huesos, el hígado o el bazo.

Según Cornely, esto puede ocurrir a partir del tracto gastrointestinal en personas sanas, dijo, es normal tener hongos allí «merodeando con miríadas de bacterias». Pero en las personas que han sufrido procedimientos o problemas de salud que afectan a la integridad de su mucosa -el tejido blando que recubre nuestros órganos, protegiéndolos contra patógenos invasores- estos organismos fúngicos pueden convertirse ellos mismos en patógenos.

 

Con información de DW

Por Redaccion Digital

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