En un episodio sorprendente de autotrascendencia animal, Rakus, un orangután de Sumatra, se convirtió en el primer gran simio documentado que se cura a sí mismo utilizando plantas medicinales. Este acontecimiento, registrado en el parque nacional Indonesio de Gunung Leuser, Tokio, ha deslumbrado a la comunidad científica y al público en general.
El caso de Rakus, un orangután de unos treinta años de edad, destaca por su innovador método de curación. La lesión que sufrió cerca del ojo derecho, probablemente producto de una pelea con otro macho de su especie, lo llevó a recurrir a su instinto y conocimiento innato sobre las propiedades curativas de las plantas.
El ingenio se hizo evidente cuando comenzó a masticar hojas de una liana llamada Akar Kuning (Fibraurea tinctoria) y aplicó el jugo resultante directamente sobre su herida abierta. Esta acción no solo demuestra una notable capacidad de autodiagnóstico, sino también un entendimiento profundo de las propiedades medicinales de las plantas.
La rápida recuperación sorprendió a los investigadores en solo cinco días, la herida se cerró y, en dos semanas, apenas quedaba una cicatriz visible. La eficacia del tratamiento se atribuye a las propiedades antibacterianas y antiinflamatorias de la liana, que son ampliamente reconocidas en la medicina tradicional de la región.
Este caso no es el primero en el que se observa un comportamiento de automedicación en primates. Desde la década de 1960, se han documentado numerosos casos de chimpancés, bonobos y gorilas que seleccionan cuidadosamente plantas para tratar diversas dolencias sin embargo, es el primer orangután en demostrar esta habilidad, ampliando así nuestro entendimiento sobre la inteligencia y adaptabilidad de estos animales.
La primatóloga Isabelle Laumer, autora principal del estudio, sugiere que el comportamiento fue intencional y meticuloso. Este no fue un acto fortuito, sino más bien una acción repetida y consciente que llevó un tiempo considerable la posibilidad de una innovación individual accidental no puede descartarse, pero la evidencia sugiere un nivel de consciencia y deliberación en el proceso de curación.
La Dra. Caroline Schuppli, coautora del estudio, señala que la capacidad de los primates para tratar activamente sus lesiones de manera similar a los humanos sugiere un ancestro común en el uso de formas de tratamiento con ungüentos. Este descubrimiento no solo enriquece nuestro conocimiento sobre el comportamiento animal, sino que también arroja luz sobre la evolución de la medicina en nuestras especies.
En definitiva, el caso nos recuerda la sorprendente capacidad de los animales para adaptarse y sobrevivir en su entorno, así como la riqueza de la naturaleza en proporcionar soluciones para sus propios males. Su historia inspiradora nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el reino animal y la sabiduría que podemos aprender de él.