En la ciudad de México, José Juan Galindo Soto y su esposa Evelyn regresaban a su casa, luego de ir al dentista. La pareja iba a bordo de su auto Sentra color vino sobre la avenida Tláhuac, pero no llegaron a su destino… «el Metro les cayó encima». Así lo narra la mamá de José Juan, doña Amelia.

Desde lejos, la mujer sólo veía policías, rescatistas, militares y curiosos que tomaban fotos del accidente.  Amelia estaba desesperada, lloraba y pedía que rescataran a su hijo, de 34 años. La noche del 3 de mayo, alrededor de las 22:25 horas, colapsó una trabe de la estructura de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, entre las estaciones Olivos y Tezonco, ambas de la llamada Línea Dorada, que desde su nacimiento en 2012 causó controversia.

Una de las heridas es Evelyn, esposa de José Juan, a quien rescatistas sacaron del coche, antes de que la llevaran a un hospital pudo llamar a su familia: «el Metro se nos vino encima», contó Edgar, hijo de la pareja, quien abrazaba a su abuela para tratar de calmarla.

Doña Amelia pedía auxilio para su hijo

Al enterarse del derrumbe, doña Amelia corrió al sitio, abandonó su negocio, su mercancía, no alcanzó a quitarse el mandil. Con ella iba su esposo Efraín, su hermana Guillermina y su nieto Edgar. Al llegar a la zona, policías y paramédicos los retuvieron. Estaban haciendo maniobras para sacar a José Juan del auto aplastado, también intentaban rescatar a las personas que quedaron atrapadas adentro del vagón del Metro. Entre llanto y gritos, la señora Amelia pedía que rescataran a su hijo de entre los escombros.

«¿Cómo quieren que esté tranquila si mi hijo está atrapado ahí abajo?» Entre llanto y gritos, doña Amelia imploraba que rescataran a su hijo, atrapado entre las láminas del auto y la estructura de la Línea 12 del Metro. “Yo sabía que algo iba a pasar con ese material que metieron”, gritaba la señora Amelia, quien tuvo que ser atendida por paramédicos debido a una crisis nerviosa.

Así permaneció sentada en una silla de ruedas. Aunque personal de rescate le recomendó alejarse de la zona porque era posible que hubiera otro derrumbe, pero ella exigió que se enfocaran en sacar a su hijo con vida. “¡Déjenme aquí! ¡No! ¡No! ¡No! Yo no me muevo de aquí. Si quieren que me tranquilice, déjenme aquí. ¿Cómo quieren que esté tranquila si mi hijo está atrapado ahí abajo?”, decía desesperada la madre.

– «Mi amor, hay más de cien personas ahí trabajando», le dijo una mujer de Protección Civil para intentar calmarla. – «¿Y si fuera tu hijo? ¿Y si fuera tu hijo?», gritaba doña Amelia, cuyas lágrimas empapan el cubrebocas que llevaba puesto. Los testigos del desplome en la Línea Dorada dijeron que escucharon un gran crujido, como un trueno.

«¿Mi papá está muerto?»

Minutos después, personal de rescate se acercó a la familia. Sólo pidió hablar con una persona. Guillermina fue quien se acercó. Pese a los trabajos para rescatarlo, José Juan había muerto. Guillermina pasó el duro mensaje a su familia. Edgar, hijo de la pareja, gritaba, no creía lo que estaba escuchando: “¿Mi papá está muerto? ¿Mi papá está muerto? ¡Mi papá está muerto!”. Tomó su gorra y la aventó con fuerza al piso. Doña Amelia se derrumbó en la silla de ruedas inmersa en un grito.

Así el dolor y la tragedia de la Línea 12 del Metro en la Ciudad de México, que muchos afirman pudo haberse evitado pero por la negligencia y la corrupción no se evitó. Con información de Agencias y Milenio Diario

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