El Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) es un hervidero expuso en su columna política José Ureña publicada en el Diario 24 Horas, y revela que Juan Antonio Ferrer está en una posición extremadamente incómoda.
Eso de altos funcionarios es una expresión salarial, no burocrática, porque la ineficiencia del Instituto de Salud para el Bienestar está documentada. No ha sido el gran aparato comprador, importador y distribuidor de medicamentos con las cuales el sueño presidencial desplazaba a particulares y volaba a los países nórdicos.
-Vamos a tener un servicio de salud igual que el de los países nórdicos. Igual que el de Dinamarca, de Suecia, igual que el de Canadá -prometió el 16 de abril de 2019. Más de 26 meses después todo es diferente.
La UNOPS, Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos, ha sido un fracaso y su autodefinición queda en entredicho. El desabasto de medicinas es mayúsculo y, ante el agravamiento de la crisis, hoy se hacen compras urgentes donde haya y al precio que sea.
Y se agota la paciencia. Juan Antonio Ferrer siente el hielo y ve cómo otros funcionarios lo rebasan con afanes de operación en la emergencia. Zoé Robledo en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Luis Antonio Ramírez en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), Jorge Alcocer en Salud, y así.
Los servicios de salud de los estados sabrán cómo se abastecen, cómo saldan las deficiencias, de dónde sacan los recursos. Y mientras, en el Insabi los funcionarios están pasmados. Juan Ferrer llamó a Dayane Garrido como Coordinadora Nacional de Recursos Materiales y todo su equipo hizo grandes planes para dominar compras e importaciones… con enormes beneficios personales.
También convocó a Francisco Pedrero para reforzar ese control, pero tras muchas pruebas y exámenes no le ha entregado la plaza de los negocios. No son personajes comunes estos tabasqueños: el hermano de Dayane, Erick Garrido, es alcalde electo de Jonuta y por supuesto confiable para ya saben quién. Todo queda en familia mientras el Insabi no tiene siquiera un organigrama funcional; agrega José Ureña en su columna. Fuente 24 horas