El emperador Akihito se retira hoy a los 85 años después de tres décadas de intachable servicio a su país, a la dinastía imperial y a la paz. Le relevará su primogénito, Naruhito, el inminente emperador número 126 de la dinastía más antigua del mundo. De Akihito se recordará su tesón por cicatrizar las heridas causadas por el imperialismo japonés, por humanizar el trono del Crisantemo y por su renuncia en vida.
El emperador ha superado un cáncer, una neumonía y problemas cardiacos. Dos años atrás pidió el plebeyo derecho a la jubilación por la incompatibilidad de los rigores de la agenda oficial con su declinante salud. No escasean sus antepasados que cambiaron el trono por un monasterio budista cuando su vida agostaba, pero la historia moderna exigía que se marcharan con su último aliento. Su abdicación es la primera en dos siglos y ha soliviantado a intelectuales nacionalistas y otros guardianes de las esencias que temen un debilitamiento de la institución a largo
Akihito, de 85 años, anunció el 8 de agosto de 2016 que por su avanzada edad y su quebrantada salud le resultaba difícil cumplir con sus funciones, pero no anunció oficialmente su deseo de abdicar, porque la ley de entonces no lo permitía. Fue necesario aprobar una ley especial, y el Gobierno anunció el 1 de diciembre de 2017 que la sucesión trono se haría entre el 30 de abril y el 1 de mayo de este 2019. La primera ceremonia, la de abdicación, durará unos diez minutos, a partir de las 17:00 hora local en la Sala de Pino, la mejor y mayor del Palacio Imperial de Tokio, en un acto en el que participarán 338 personas.
Se espera que ahí Akihito pronuncie sus últimas palabras como emperador, después de que el primer ministro nipón, Shinzo Abe, como representante del pueblo de Japón, anuncie formalmente la abdicación del emperador. La abdicación de Akihito, que se convertirá en emperador emérito desde entonces, cerrará la era «Heisei», una época que precisamente ha pasado a ser el período más pacífico del país, iniciado en 1989 tras el fallecimiento del emperador Hirohito.
Akihito, que en los últimos años ha sufrido dos intervenciones quirúrgicas, abandona el trono dejando un sello en su era marcada por la proximidad a su pueblo, frente al distanciamiento que han tenido sus predecesores. Una encuesta hecha en marzo pasado por el diario Mainichi determinó que el 87 % de los japoneses cree que Akihito ha cumplido cabalmente con el papel que le encarga la Constitución, la de servir como símbolo del Estado y de la unidad del país.
El miércoles, a partir de las 10.30 hora local (01.30 GMT), será el turno de Naruhito, que asumirá el Trono del Crisantemo en una ceremonia con la presencia de miembros de la Casa Imperial y altos funcionarios de los tres poderes del Estado. Es un ritual que no está abierto a mujeres, pero en esta ocasión sí estará presente una, la única ministra del gabinete de Abe, Satsuki Katayama. Entre los ausentes se encuentran quien desde el día anterior será el emperador emérito Akihito.
Se espera que el miércoles Naruhito pronuncie su primer mensaje como emperador. Akihito, cuando asumió el trono, sólo pronunció unas breves palabras comprometiéndose a cumplir las funciones que le marca la Constitución. Los actos de esta semana se cerrarán el sábado con la primera comparecencia en público de Naruhito como emperador, quien, en seis ocasiones, cumplirá con el tradicional saludo desde los balcones del Palacio Imperial.